Desde
que el teatro desertara de los altares de Dionisio, en la Magna
Grecia, ha pasado por largos y complejos procesos de cambio, que van
desde criterios de puesta, enfoques textuales y paratextuales, la
dilución paulatina del argumento, las modernas técnicas de despliegue
escénico, los efectos que aportó la moderna tecnología audiovisual y la
intrusión más o menos calibrada de elementos que eran ajenos a la
escena: piscinas, animales, acrobacias. Pero todos estos cambios se
fueron dando en el escenario, en la puesta, en el texto que precede a
la acción dramática en sí.
El Centro Argentino de Teatro Ciego ha puesto el énfasis en el
espectador, no en la escena. Habilita una sala donde, ya se nos
advierte, nada veremos porque está total y absolutamente a oscuras. Se
trata de privarnos por una hora del sentido-guía (la vista) que usamos
para subordinar a los demás sentidos bajo su imperio casi tiránico.
Como anticipara el actor que nos ingresa a la sala oscura, “nunca somos
absolutamente dueños de nada, especialmente de lo que percibimos” y
esta experiencia del plazo de ceguera que nos exigen para asistir a la
función de la obra El infinito silencio va confirmando muchas de
nuestras antiguas sospechas: el mundo que creemos tan contundente y
real, puede ser solamente una construcción de nuestra mente, servida
por esclavos rebeldes como nuestros ojos, el oído, el olfato, el gusto y
todos los sentidos que agrupamos bajo el nombre genérico de “tacto”,
aunque allí se incluyan desde el calor al dolor.
Los actores Claudio Sánchez, Charlie Gerbaldo, Gerardo Bentani (algunos
de ellos son ciegos/as), Javier Roson, Luisa Savoiardo, Mirta Lezcano,
Sabrina Heisecke, Vanesa Boroda y Fernanda Rodríguez da Silva dan vida
sonora a la familia del poeta Amancio Figueroa. Sabemos que viven en
un pueblo del interior y que, como sucede en tantísimas familiar, los
hijos no se parecen a los padres. Tampoco el perro que anda de aquí
para allá, roza de cuando en cuando a un espectador indefenso (es
increíble la sensación de indefensión que sentimos quienes tenemos
alguna tara obsesiva al privársenos de la vista, órgano esencial para
el control que necesitamos mantener vigilante sobre el medio que nos
rodea), y hasta jadea a un costado; así como acechan el olor de café y
los perfumes que se cambian toda vez que la familia realiza esos
pequeños rituales domésticos, la llovizna que nos roza cuando viene un
aguacero que sentimos salpicar por techos y desagües.
El pater familia es un escritor que trabaja como periodista y que, en
un medio limitado como un pueblo, sufre constantemente la presión de la
mujer y los hijos que necesitan todas las utilidades que el consumismo
nos hizo creer que son imprescindibles para vivir. El poeta decide
permanecer fiel a sus convicciones morales. Los hijos estallan en
luchas estruendosas, la familia como institución amenazada cede un paso
adelante pero retrocede diez, según la óptica desde donde se juzgue la
situación; porque, aunque ciegos, el autor nos induce a tomar
decisiones internas. Esta es la otra virtud de obligarnos a la ceguera:
uno se embarca en un doble juego. Se aceptan las premisas de todo
teatro sabiendo que es una representación de una realidad, pero al
forzar la imaginación como puerta de acceso a un mundo que no se ve
aunque estemos despiertos, entra en juego como nunca nuestra propia
conflictiva, la obra nos invita a recorrernos privados de luz por los
oscuros sótanos de nuestra propia mente en busca de algún punto de
fijación de la moral y las convicciones más profundas que nos hacen ser
tal como somos, o creemos ser.
Invito a los amables lectores a pasar por esta experiencia original que
nos propone el Teatro Ciego. Comprobará usted mismo/a que no se
defraudará, y ojalá avance un paso hacia el conocimiento más profundo
de su propio interior. Le bastará hacerse algunas preguntas mientras
transcurre la obra: ¿Por qué obra así? ¿Qué haría yo en su lugar? ¿Por
qué haría eso y no otra cosa? ¿Qué me mantiene firme en mis
convicciones? ¿En qué se apoya mi moral? ¿La tengo y no la uso o la uso y
no la tengo?
No se arrepentirá, créame.
Ficha Técnica
El infinito silencio (Basada en la vida de Diego R. Oxley)
Dirección General: Gerardo Bentatti & Charlie Gerbaldo
Elenco: Claudio Sánchez, Charlie Gerbaldo, Gerardo Bentatti, Javier
Roson, Luisa Savoiardo, Mirta Lezcano, Sabrina Heisecke, Vanesa Boroda,
Fernanda Rodríguez da Silva.
Musicalización y Edición: Javier Roson & Charlie Gerbaldo
Dirección de Edición: Exequiel Carracciolo
Voz en off: Claudio Sánchez
Piano grabado: Carlos Cabrera
Clarinete y Saxo en vivo: Graciela Pereyra.
Centro Argentino de Teatro Ciego, Zelaya 3006 (Abasto) Tel.: 6379-8596
El Infinito Silencio:
Jueves 21 Hs /
Viernes 23 Hs /
Domingos 17 Hs /
|
No hay comentarios:
Publicar un comentario